lunes, 29 de octubre de 2012
El árbol de los problemas
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y luego su antiguo camión se negó a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación.
Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Oh, ese es mi árbol de problemas”, contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior…
Mateo 6:34
Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas.
Mateo 6:25
Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?
Mateo 6:27
¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?
Lucas 10:41
Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas;
Lucas 12:11
Y cuando os lleven a las sinagogas y ante los gobernantes y las autoridades, no os preocupéis de cómo o de qué hablaréis en defensa propia, o qué vais a decir;
Lucas 12:22
Y dijo a sus discípulos: Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis.
Filipenses 4:6
Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.
1 Pedro 5:7
echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros.
lunes, 1 de octubre de 2012
My neghbor's ducks
“Love your neighbor” (Matthew 19:19)
For most of my life, I have lived on acreage. As a child, I grew up on a wonderful sixty-four acre farm with rolling hills and a creek full of trout. For most of our married life, Marvin and I have lived on small farms. We loved it.
When our children were younger, there was a fad among city folks to buy a small farm in the country and keep a few animals. It was a ‘back-to-nature’ kind of thing; however, most of them had no idea that animals require supervision twenty-four hours a day, seven days a week.
One of the new neighbors bought ducks. The ducks seemed innocent enough; however, they were allowed to run loose in their yard and the neighbors’ yards – including ours. Our cucumber patch was one of their favorite spots to graze. Often we would ‘shoo’ the ducks home and wonder why there wasn’t a fence to keep them in their own yard.
One day I saw my neighbor in her yard and I asked her if she realized her ducks were ruining my garden. She shrugged it off and told me that they were not her ducks, they were her husband’s ducks and he was away traveling. My attitude and response to her was not gracious.
We realized that the neighbors were not planning to build a fence to keep their ducks at home, so we had our son build one to protect our yard. The ducks now stayed in their own yard. I didn’t see my neighbor again until months later. In all that time, my attitude had not improved.
A women’s church group asked me to speak at their mother and daughter banquet. The topic was “Love.” Much to my chagrin, the first woman I saw when I walked into the church was my neighbor. You can imagine the struggle that began within me. I knew I could not speak about love to these women and their daughters when I hadn’t been patient with my neighbor. So with God’s help, I walked up to her and apologized for my attitude and asked her to forgive me. I should have done it months ago. She was gracious and forgiving and I was able to speak with a clean conscience.
Do you have anybody like that in your life? Let me encourage you, if at all possible, to clear the air between you. Ask God to give you the courage to do it now.
Father, You don’t beat around the bush. You are very clear about what you expect of us. Sometimes we don’t like it and it takes us a while to obey. But thankfully, You have given us the Holy Spirit to empower us to do whatever You ask us to do. Thank you! Amen.
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